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26 Ago El rol de los ejecutivos en el nuevo modelo económico

Situándolo en la delgada línea de tiempo que suponen dos años al ritmo de la evolución tecnológica actual, la revolución que vivimos no se ha detenido, incluso ha aumentado su espiral de desarrollo... Tendencias todas ellas que marcan las “nuevas tendencias” y orientación para organizaciones y compañías de todo tipo, tamaño y condición, que están de lleno en la cresta de la ola.
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22 Ene Dirección y sentido del humor

Posiblemente todos tenemos en mente la imagen o estereotipo del hombre o mujer directivo/a. Ese patrón no es precisamente el ideal, sino el que todos conocemos. Parece ser que el rol directivo va vinculado a seriedad, rigor, eficacia, productividad, orden, control y otras cualidades por el estilo, pero ¿y el humor? ¿Es incompatible con la función directiva? Margaret Thatcher decía que "lo de tener poder es como lo de ser señora. Si tienes que recordárselo a la gente, malo". Lo mismo podríamos aplicar al sentido del humor (lo de tener sentido del humor es como lo de ser señora, si tienes que recordárselo a la gente, malo). No debemos asociar, tener sentido del humor con ir contando chistes a todas horas o imitando a nuestro cómico favorito por los despachos, ni pretender ser graciosos continuamente. Es mas bien una actitud positiva ante las cosas. Una forma diferente de contemplar la realidad que nos rodea . Ver los problemas desde otra perspectiva que nos ayude a encontrar soluciones más creativas. Ya de pequeños nos acostumbran a que reír es malo y la seriedad buena "Aprende de tu amigo Jorge. Mira que serio y formalito es. A este paso, no serás nada en la vida"
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22 Ene La integridad en el perfil de los directivos

 Ya entenderá el lector que la generalización es una licencia, pero dice Peter Drucker en su último libro: “Me horroriza la codicia de los ejecutivos de hoy día”. La codicia lleva a la corrupción, y contra ésta situamos a la integridad, como señalamos a la diligencia contra la pereza. Y de la integridad vamos a hablar. Pensando en los perjuicios colectivos que su falta genera, termina uno de convencerse del valor de la misma como fortaleza del carácter: una fortaleza a la que podemos considerar asediada pero resistente y, sobre todo, alineada con el bien común. Se reconoce como valioso atributo personal y profesional, pero, aunque haya en las empresas personas íntegras y aun integérrimas, también hay, en efecto, individuos en los que la integridad se cuestiona o se echa de menos. Su ausencia parece efectivamente más perniciosa, y difícil de combatir, en quienes administran mayor cuota de poder; pero quizá convenga profundizar en este amplio concepto, que va más allá de la honradez, la lealtad y el acatamiento de códigos éticos. Parece que la integridad –Carter lo explica muy bien– exige distinguir entre lo que uno, meditadamente, considera justo/correcto y lo que considera incorrecto/inicuo, y elegir luego lo primero, aunque suponga algún coste personal; que exige además mantenerse en esa elección, aun en condiciones adversas y ante posibles presiones o tentaciones. No cabe pensar que cualquiera pierde la integridad en cuanto lo incorrecto nos resulte personalmente más ventajoso que lo correcto, porque no estaríamos ante un íntegro sino ante un corruptible; pero sí podemos aceptar que, en materia de integridad, pecamos más por defecto que por exceso. Si el lector no lo ha hecho ya, asomémonos juntos al pleno significado de esta fortaleza acudiendo a los expertos, y luego, cada uno, si lo desea, podrá reflexionar sobre su visión de lo correcto y lo incorrecto –que nadie confundirá con lo políticamente correcto y lo políticamente incorrecto–, e incluso sobre su grado de integridad.
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